Como medir su crecimiento
espiritual
Al aprender algo nuevo acerca de Dios surge
una emoción profunda en nuestro ser. El Señor Jesús lo comprendió bien y se
preocupó porque sus discípulos tuvieran mucho que aprender durante los tres
años que estuvo con ellos. Cristo mismo personalmente supervisó su desarrollo
espiritual y emocional. Antes de su muerte, Cristo entregó a sus seguidores una
promesa formidable, al decirles: «Cuando venga el Consolador, que yo les
enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, el
testificará acerca de mi» (Juan 15:26, NVI). ¡Qué promesa tan llena de
esperanza! El Espíritu de Dios no solo los guiaría a profundidades mayores de
entendimiento espiritual, sino que también les recordaría todo lo que habían
escuchado y aprendido del Salvador.
Tal y como el Espíritu de Dios estuvo con los
discípulos, consolándolos y enseñándoles, también está con nosotros hoy en día.
Cierto que hay ocasiones en que nos sentimos como si Dios no estuviera
interviniendo en nuestra vida. Sin embargo, lo está. Quizá hasta tenemos que
luchar en contra de un sentimiento de desilusión y duda, pero siempre
recordemos que Dios jamás deja de estar activo en nuestras vidas. Él sabe bien
los planes que tiene para nosotros y se ha comprometido a terminar cada uno de
ellos (1 Tesalonicenses 5:24). Ya sea que lo sentimos o no, Dios nos hace estar
más conscientes de su verdad espiritual.
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