domingo, 31 de julio de 2016

EL DISCURSO DE PEDRO


El discurso de Pedro




Para los que aman a Cristo de corazón, este es un examen del discurso de Pedro, el cual dio comienzo a la IGLESIA. Aquí la Iglesia se refiere a todas aquellas personas que vivieron y las que vivirán en este mundo, y que estarán con Cristo cuando él establezca su Reino; sin importar a qué denominación haya pertenecido en esta tierra. Las personas que eternamente pertenecen a Jesucristo estarán en su Reino; y todas esas personas juntas constituirán la IGLESIA eterna de Jesucristo. A esta Iglesia también se la llama La Novia de Cristo; y es la Iglesia a la cual todos deberíamos querer pertenecer. Así que agarre su Biblia sin importar cuál sea su denominación y disfrute de esta lectura.



Jesucristo había profetizado a Pedro acerca de esos días cuando Su Iglesia iba a comenzar, pues él a Pedro dijo: «Y yo también te digo que tu eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mateo 16:18). En el discurso de Pedro al comienzo del libro de Los Hechos, él estaba dando inicio a la Iglesia de Cristo, la cual será eterna, porque: «las puertas del Hades no prevalecerán contra ella»



Pedro comenzó su dis­curso haciendo referencia al profeta Joel, diciendo: «...Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne, y los hijos e hijas de ustedes profetizarán; los jóvenes de ustedes verán visiones, y los ancianos soñarán sueños...Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hechos 2:16-17 y 21).



En ese discurso, Pedro explicó a los judíos que todo cuanto había acontecido alrededor de Jesucristo, fue sencillamente el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento; y demostraba que Jesús fue poderosamente aprobado por Dios por medio de las maravillas y señales que había hecho (Jesús). Pedro les explicó cómo Jesús había sido entregado al Sanedrín de los judíos y, por manos de pecadores, él fue crucificado; pero que Dios lo resucitó, rompiendo así los lazos de la muerte.  Para convencer a los oyentes de estos hechos, Pedro citó a David, rey y profeta del Antiguo Testamento, quien predijo estos acontecimientos.



Luego, el apóstol Pedro dijo: «Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios le ha hecho Señor y Cristo» (Hechos 2:36); y de esta manera llegó Pedro al clímax de su sermón. Imagínense la sorpresa de la multitud ante esta declaración acusadora. El Mesías prometido, cuya llegada había sido esperada con oraciones y lagrimas a través de los siglos, fue llevado por su propio pueblo a una muerte vergonzosa e infamada. La conciencia de aquella multitud recibió un fuerte golpe cuando Pedro los acusó de haber crucificado al Salvador prometido, Quien ya estaba reconocido como Señor y Cristo por Dios mismo.



La verdad entró en las mentes de esos judíos como un relámpago; penetrante y cortante. Ellos se estaban enfrentando con una realidad inquietante; y no podían huir de estos hechos. De modo que, mientras sus corazones latían furiosamente, apareció en los labios de ellos la única pregunta apropiada: «¿Qué haremos?» (Hechos 2:37). Ellos entendieron que debían hacer algo definitivo en cuanto a eso, lo cual no podían ignorar. Su reacción indica que ellos aceptaron el hecho de que Jesús era el Mesías, el Salvador.



Cuando preguntaron cómo podrían corregir el enorme error que habían cometido, Pedro respondió: «Vuélvanse a Dios y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados; y así él les dará el Espíritu Santo» (Hechos 2:38). En esta ocasión y por inspiración divina, la salvación estaba siendo anunciada por Pedro, a través de la fe, el arrepentimiento, la confesión y el bautismo para el perdón de los pecados.



Pedro proclamó el Evangelio, y prometió el perdón a los que creyeron en Cristo y se arrepintieron de sus pecados. De hecho, eso fue todo lo que pudieron hacer en las pocas horas de aquel día. Eran las nueve de la mañana cuando Pedro comenzó su discurso; y al final del día, ya tres mil personas se habían convertidos al Señor, y fueron añadidas a la naciente iglesia. ¿Cómo fue posible oír en solo horas la confesión de arrepentimiento de tres mil per­sonas? Eso es una incógnita; pero lo cierto es que ese día marcó el principio de la Iglesia cristiana en todo tiempo.



En esta primera ocasión, en que fue predicado el Evangelio, después de la venida del Espíritu Santo, Pedro declaró la salvación en los términos más sencillos posibles: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hechos 2:21). Este sencillo mensaje no se limitó a aquella ocasión solamente, sino que estaba destinado para todos los tiempos, en todos los lugares; pues en el versículo 39, Pedro continuó diciendo: «Porque para ustedes es la promesa, y para sus hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare»



Durante el discurso de Pedro, el resultado de todo esto fue el perdón de pecados, la presencia del Espíritu Santo en las vidas de los recién nacidos, y la añadidura a la Iglesia de cada persona salvada en aquel día (Hechos 2:41-47). La Biblia muestra claramente en el versículo 47 que cada día las personas arrepentidas y bautizadas eran añadidas al cuerpo de los salvos.



Existen muchas opiniones sobre la salvación y la entrada de las personas en la Iglesia. Sin embargo, el proceso de convertirse en cristiano y entrar al reino o, a la iglesia bíblica (indicado en Hechos 2), hasta el día de hoy, es tan válido y necesario como lo fue en aquel día del sermón de Pedro. Este apóstol continuó su sermón, invitando a los judíos a obedecer al Mesías. Aquellos que aceptaron su palabra, fueron bautizados; y la Biblia indica que eran cerca de 3,000 personas. Diariamente, en los días subsiguientes, muchos otros fueron salvos; siendo asimismo añadidos a la Iglesia verdadera de Jesús.



LA IGLESIA—UN HECHO ACTUAL

En Lucas 24:49 Jesús les dijo a los apóstoles: «Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Pero ustedes quédense aquí, en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo» (Lucas 24:49). Ellos fielmente siguieron las instrucciones que Cristo les dio en este versículo; y permanecieron en Jerusalén por 8 días. En cuanto a la iglesia, hasta aquel día histórico del Pentecostés, se hablaba de ella como algo que acontecería en el futuro. Sin embargo, desde aquel día del Pentecostés, la iglesia se menciona en las Escrituras como un hecho presente.



Por eso, nosotros entendemos que la Iglesia nació en el día de Pentecostés, diez días después de Jesús haber ascendido a los cielos. Entonces vemos que la Iglesia comenzó en la ciudad de Jerusalén, cuando una multitud oyó el Evangelio, creyó en Jesús, se arrepintió de sus pecados y finalmente, fueron bautizados para perdón y salvación. Desde entonces, la misma obediencia, basada en la fe, sigue produciendo el mismo resultado; y una participación en la misma iglesia.



Está comprobado, y no hay duda ninguna: La iglesia comenzó aquel día. Todo aconteció conforme a las profecías del Antiguo Testamento, como anunció el apóstol Pedro. Más adelante, Pedro, autorizado por Dios, identificó los acontecimientos del Pentecostés como el comienzo del Reino (de la Iglesia) de Jesús. Por tanto, Jesucristo cumplió las profecías y edificó la Iglesia en el año aproximado de 30 D.C., durante el reinado de César Tiberio. Además, esta iglesia, la única y verdadera de Jesús, continúa hasta el día de hoy; y de acuerdo con las profecías del mismo Jesús, será una Iglesia que permanecerá para siempre.



¿Cuándo, dónde y cómo comenzó la iglesia de la cual usted es miembro? ¿Tiene usted la certeza de que ella permanecerá para siempre? Lo cierto es que ha de esperarse que algunos miembros de la iglesia a la que usted asiste, ya ellos pertenezcan a la Iglesia que Cristo reinará de una forma poderosa y visible à la amada Novia de Cristo.



Al comienzo del capítulo 2 de Hechos también se narra el maravilloso efecto que sobre los predicadores del Evangelio tuvo el derrame del Espíritu Santo; y ahora vemos el grandioso y bendito fruto de la efusión del Espíritu Santo y su impacto en los oyentes del Evangelio. Recordemos que, desde un principio, Cristo declaró a los apóstoles, que los mensajes de ellos a favor del Evangelio irían acompañados de un divino poder (Marco 13:11). Entonces, ya en este capitulo 2 de Hechos, vemos los primeros frutos de una amplia cosecha de almas que fueron agregadas al Cuerpo de Cristo (versículo 41).



Es notorio ver que los oyentes del sermón de Pedro sintieron agudas punzadas en su conciencia (versículo 37). Pues el mensaje de Pedro penetró hondo en el corazón de muchos de ellos; y el Espíritu Santo les convenció de pecado; del gran crimen de haber dado muerte en una cruz al Hijo de Dios. Esto es un ejemplo de cómo un mensaje con poder puede súbitamente cambiar corazones de piedra a corazones blando, de carne. Fíjense que, tras la convicción de pecado de los judíos, vino a ellos un deseo ardiente de gracia salvadora. «Y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Hermanos, ¿Qué debemos hacer?»



En esa ocasión los discípulos formaban un grupo, conjunto de testigos. Fíjense que los judíos se dirigieron a los apóstoles, diciéndoles: «Varones hermanos», muy parecido a como Pedro se dirigió a ellos en el versículo 14. Los judíos llamaron a los apóstoles hermanos, porque todos eran miembros de la misma casa de Israel. La pregunta que les hicieron fue: ¿Qué debemos hacer? Con esta pregunta ellos trataban de decir: Puesto que hemos cometido tan horrendo crimen, ¿qué podemos hacer para ser perdonados del mismo?.



Por tanto, esos judíos hablaron como quienes comprendieron lo mucho que se juzgaba en su caso; y por eso ellos estaban dispuestos a cualquier cosa, con tal de obtener la paz de conciencia y el perdón del pecado. La respuesta que Pedro dio a la tan angustiosa pregunta de los judíos está en el versículo 38, donde «Pedro les dijo: Arrepiéntase, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo»



La respuesta de Pedro en el versículo 38 enfatiza que esos judíos necesitaban inmediatamente un cambio de mentalidad para el perdón de los pecados. Con sus palabras, Pedro trajo mucho ánimo a esos angustiados judíos. También Pedro les dijo: «Y recibirán el don del Espíritu Santo», pues el regalo del Espíritu Santo fue prometido a ellos y a sus descendientes (versículo 39). Recordemos que Dios siempre cumple sus promesas hechas a los hombres, sin importar lo que los hombres hagan.



Lo bonito de esto es que la profecía de Joel abarca a toda carne y también para los que están lejos; y aunque esta frase de Pedro pudo significar para él una declaración a los judíos de la dispersión, también es muy probable que el Espíritu Santo quiso incluir a nosotros los gentiles, quienes también íbamos a recibir la promesa como descendientes espirituales de Abraham (ver: Génesis 12:2,3; Romanos 4:16; y Hechos 10:45).



Las promesas del Antiguo Testamento solían adoptar forma colectiva, pero las invitaciones del Nuevo Testamento suelen formularse de un modo personal, tal como se ve aquí, cuando Pedro dijo: «cada uno de ustedes» (versículo 38). En Cristo hay gracia suficiente para el mundo entero y para cada uno de los pecadores, así como hay para todos y cada uno de los santos.


Dios les bendiga y les guarde



sábado, 30 de julio de 2016

SAN JUAN 1:1

Versículo San Juan 1:1

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Biblia Reina-Valera 1960)

El versículo San Juan 1:1 se puede dividir en dos: a) De quien se habla; y b) Lo que se dice de esa persona. Vamos a ver de quien se habla: Se habla del Verbo o Pa­labra viva. Esta declaración acerca del Verbo se halla exclusivamente en los escritos de Juan el Evangelista. Cuando Cristo andaba entre los judíos se enseñaba que “la Palabra de Dios” es una misma cosa que Dios. ¿Por qué Juan el Evangelista llama a Cristo el Verbo? Porque Jesús es «El Unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer», tal como lo dice el versículo San Juan 1:18.

Hay dos clases de palabras:
1) La palabra que se piensa; y,
2) la palabra que se expresa.

La palabra que se piensa la llamamos concepto; y es el producto de lo que concebimos en la mente. En este sentido, Cristo es perfectamente llamado el Verbo de Dios, porque es el Unigénito Hijo del Padre; que conoce a Dios como a Sí Mismo. Además, en Su mente infinita, Dios tiene a Cristo como su Hijo Unigénito o Único.

El famoso filósofo francés, René Descartes, decía: «Pienso, luego existo» Esa era la base de su filosofía, ya que de nada estaba tan seguro como de que pensaba. Ahora, si eso ocurre en un ser humano, ¿Que podemos decir de la mente divina, cuyo concepto es una Palabra viva y sustancial? En Mateo 3:9 leemos que «...Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras» Eso es porque las palabras pensadas por Dios son palabras vivas. Por eso Jesucristo es el Verbo de Dios; y verbo significa “acción” (principalmente en gramática). Por tanto, las palabras pensadas por Dios conllevan “acción” también.

Dijimos que hay dos clases de palabra, y hemos estado tratando la palabra que se piensa. Dijimos que la otra clase de palabra es la palabra que se expresa al exterior; pues es un medio de comunicación de lo que pensamos. Y mediante ella nos relacionamos con las demás personas. En este sentido, Cristo es la Palabra de Dios; y de eso nos habla la Biblia en Hebreos 1:2, ya que en ese versículo leemos que «En estos últimos días nos ha hablado [Dios] por medio del Hijo» O sea, que Jesucristo nos ha hablado en lugar de Dios, acerca de lo que Dios quiere decirnos (ver Éxodo 20:18 y 19).

Cuando declaramos algo con la boca por medio de palabras, se dice que se ha dicho verbalmente. Por tanto, según Hebreos 1:2 Dios nos ha hablado verbalmente por medio de Jesucristo; y esto determina que Je­sucristo es el Verbo. Recordemos que cuando estábamos en la escuela, en los primeros cursos aprendimos que el verbo es la parte activa en una oración gramatical; es lo que le da sentido a la oración. Asimismo, Cristo da sentido a las cosas de Dios; porque él nos habla en lugar de Dios para que entendamos quién y cómo es Dios; y la vez, nos pone en claro la mente de Dios con respecto a nosotros.

Es importante notar que sólo Cristo podía declararnos con toda precisión, exactitud y profundidad la mente de Dios; y eso es porque:
1) Solo Cristo conoce exhaustivamente a Dios. En Mateo 11:27 Jesús dijo: «...Ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar»
2) En todo lo que hacia y decía, Cristo era Dios manifestado en carne humana, lo cual está respaldado por lo que leemos en 1 Timoteo 3:16 que dice: «Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria»

Por tanto, Cristo es la Palabra de Dios Encarnada, como se ve en Juan 1:14. Es decir, que Cristo es la traducción más exactamente posible de Dios al lenguaje humano; de tal modo que quien ve a Jesús, ha visto a Dios, tal como leemos en Juan 14:9. Podemos decir que Juan el Bautista era una voz (San Juan 1:19-23); pero Cristo es el Verbo (o Palabra); y el verbo siempre conlleva acción.

Ya para finalizar, en Juan 1:1 leemos: «En el principio era el Verbo» Esto nos declara la existencia de Jesucristo, no solo antes de encarnarse, sino Su existencia desde toda la eternidad. El mundo existe desde que Dios lo creó, pero el Verbo ya existía antes de eso; aun antes de que Dios pusiera el tiempo en marcha. Los científicos dicen que el tiempo comenzó a transcurrir, cuando apareció el universo (aunque la mayoría de ellos no quieren creer que Dios creó el universo). Pero el que era en el principio (Jesucristo) no comenzó cuando el tiempo y el universo empezaron a existir. Sino antes de eso porque para entonces ya existía.

También en San Juan 1:1 leemos: «Y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» Esto quiere decir que Jesucristo coexistía con Dios.

Dios les bendiga y les guarde a todos.


viernes, 29 de julio de 2016

EL TEMA DE LA FE


EL TEMA DE LA FE



Una característica del cristiano genuino es la necesidad que tiene de aceptar por fe muchas enseñanzas cristianas imprescindibles. Se puede afirmar categóricamente que LA FE es la piedra angular del cristiano. Jesucristo, el fundador del cristianismo, muchas veces buscaba confirmar, si alguien que se le acercaba buscando ayuda, que ese alguien tenía suficiente FE de que su problema se iba a resolver (Lucas 7:9, por ejemplo). De hecho, se puede afirmar que, en el cristiano, mientras más grande es su fe en Dios y en Jesús (Cristo), más grande es la unión de ese cristiano con Dios y Jesús. O sea, la relación entre un cristiano con Dios y Jesús tiene que estar intrínsecamente basada en la fe. Por eso a Abraham de la Biblia se le llama “El Padre de la Fe”. Porque prácticamente este patriarca se relacionaba con Dios teniendo que creer y tener fe en todo lo que provenía de Dios. La Biblia dice también que «Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver la muerte» (Hebreos 11:5).


Para el cristiano genuino esto se justifica, ya que a Dios le visualiza-mos como el creador del Universo. El Universo grandioso al cual los científicos están constantemente olfateando, por decirlo así. Porque es obvio que nunca los científicos podrán describir todas las verdades contenidas en el Universo, incluyendo poder establecer a ciencia cierta cuántos átomos se encuentran en el Universo.



Siendo Dios el Creador del Universo, es obvio que hay que aceptarle basado en la FE. Porque si su creación llamada Universo hace que, en una visualización profunda, uno se sienta intelectualmente como un carro atascado en el lodo (sin salida mental), ¿Qué se espera entonces del Creador? ¿No hay que tener FE en él? Y aún entre los hombres, ha sucedido que muchas afirmaciones de algunos hombres han tenido que ser aceptadas por FE. Por eso unos más que a otros, científicos súper-avanzados (como Alberto Einstein, por ejemplo) muchas veces se les han aceptado sus afirmaciones simplemente por Fe en él; porque tales afirmaciones están más allá de lo común. Eso explica que con más razón con Dios hay que practicar LA FE con Él.



El hombre natural piensa y cree que LA FE tiene conflictos con la ciencia. Él cree y tiende a buscar que todo debe hacerse “a ciencia cierta”. Por eso es que el hombre natural tiene la tendencia de rehusar practicar la fe en un Dios Todopoderoso; y, por ende, rehúsa practicar la fe que Jesucristo demanda al creyente (ver 1 Corintios 2:14). A este grupo de personas pertenecen los que se declaran ser ateos. Ellos creen que FE cristiana y la ciencia jamás se mezclan. Sin embargo, ellos no visualizan que eso no es así. La misma ciencia, en su búsqueda muchas veces tiene que usar LA FE. Porque la ciencia muchas veces está indagando por verdades que ella CREE que están en un estado oculto; no es que la ciencia siempre está completamente segura de que la verdad que busca está ciertamente ahí donde la busca, sino que muchas veces la ciencia tiene LA FE o cree que hay una verdad la cual debe hallar; y la busca con LA FE de hallarla.



Tenemos, por ejemplo, el caso de SETI (Search for Extra-Terrestial Intelligence, en inglés). En este proyecto se busca y se busca; tratando de hallar vida inteligente en otro lugar del Universo. Desde el año de 1960 el Gobierno de Estados Unidos y proyectos privados financiados por universidades y otras fuentes, han gastado miles de millones de dólares en la búsqueda de vida extra-terrestre. Los operadores de SETI, que se creen científicos, tienen LA FE de un día poder hacer contacto con seres vivos inteligentes en otro planeta del universo.



El proyecto SETI ya tiene unos 56 años de haber sido fundado y ha estado en operación continua desde entonces. Pero hasta ahora los patrocinadores no han logrado obtener resultados ciertamente positivos. En el proyecto SETI, es indudable que los patrocinadores y los científicos envueltos tienen LA FE de un día poder decir: “Hemos tenido contacto con seres inteligentes de otro lugar lejano de la tierra”. Esto claramente indica que la ciencia misma, muchas veces usa LA FE en su búsqueda científica de la verdad.



En cambio, nosotros los cristianos genuinos aceptamos de corazón LA FE que demanda Jesús (Cristo). Ahora, si la ciencia muchas veces tiene que trabajar basada en cierta FE, entonces ante el mundo se justifica que el cristiano practique LA FE bíblica; LA FE abrahámica que encontramos en la Biblia; la fe de Enoc. Sin embargo, muchos creen que LA FE del cristiano no tiene validez; creen que es algo infundado (sin fundamente). Estas personas no toman en cuenta que ellas mismas muchas veces tienen que usar cierto grado de FE en su diario vivir. Porque como dijo alguien, a todos se nos aplica que “las cosas que sabemos no representan ni el mínimo de las cosas que ignoramos”. El incrédulo que no tiene fe, se ve forzado a aceptar por FE, que para el día de mañana todavía estará con vida.


jueves, 28 de julio de 2016

OBTENIENDO LA CIUDADANÍA


OBTENIENDO LA CIUDADANIA

En Estados Unidos hay más de 11 millones de indocumentados. Muchos de ellos protestan en las calles, trabajos y colonias; en sus ciudades y estados; y viajan hasta la capital. Cada año hay más indocumentados y muchas esperanzas para una Reforma Migratoria. ¿Cómo se aplica este tema terrenal a nuestra vida espiritual?

Aunque parezca irónico, muchos ponen tanto énfasis en hacerse ciudadanos de EEUU, al grado de olvidarse que también existe una ciudadanía espiritual que necesitamos de ella, ya que como dijo el Apóstol Pablo, en Filipo: “…nuestra ciudadanía está en los cielos…” (Filipenses 3:20).

«Mas, nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas» (Filipenses 3:20,21).

Al estudiar un poco los principios básicos de cómo obtener la ciudadanía en EEUU, vemos que tienen mucha similitud de cómo se obtiene la ciudadanía Celestial. La ciudadanía espiritual es mucho mejor que la terrenal. Si llegamos a obtener la ciudadanía espiritual, grandes e incomparables promesas nos esperan.

Los individuos que persiguen la ciudadanía gringa, dejan familia, trabajos y escuelas, etc. De los muchos indocumentados que ahora son ciudadanos, cada uno tiene su historia de los riesgos que pasaron y sacrificios que hicieron para obtener la ciudadanía de EEUU. Para muchos de Centroamérica y Méjico, subirse al Tren de la Bestia fue el mayor sacrificio que tuvieron que hacer.

Se dice que muchos fueron asaltados en el Tren de la Bestia, así como violados. Para otros, cuando subieron al tren, sabían que uno de los riesgos era la muerte (de hecho, muchos mueren y no alcanzan llegar al Sueño Americano). Otros dejaron sus trabajos; donde, aunque eran mal pagados, tenían una posición reconocida y muy respetada (aparte de los buenos amigos que tuvieron que dejar). Y aun otros, dejaron profesiones muy reconocidas; y a la vez, muchos dejaron familias, esposas, padres, hijos e hijas. Que difícil situación; pero fue lo que tuvieron que hacer para alcanzar el Sueño Americano; y un día llegar a ser ciudadanos de EEUU.

Definitivamente, hay riesgos y sacrificios que se tienen que tomar para un día obtener la ciudadanía gringa; y creo que, si uno quiere obtener la ciudadanía Celestial, también se necesitan tomar riesgos y sacrificios.
 
Seamos hombres y mujeres de riesgos y sacrificios para nuestro Dios y lograr la ciudadanía Espiritual. Vivamos rectamente, haciendo la diferencia en este mundo (Mateo 5:14-16); y aunque viviremos con el riesgo de que nos critiquen o se burlen de nosotros; pero eso vale las penas aguantar.

Como aspirantes a la ciudadanía Celestial, si hablamos diferente, sin maldiciones y murmuraciones, el mundo puede burlarse; nos harán a un lado y no seremos populares (Mateo 23:16) ¿Estamos dispuestos a pasar por esto? También, para ser un ciudadano del Cielo, tenemos que pasar por sacrificios. Probablemente uno de ellos es poner a Dios en primer lugar antes que a muchas actividades familiares (Mateo 10:37).

Ha habido muchos casos de una hija que se bautizó y después los padres la corrieron de la casa; o de la esposa que fue al culto y por poco el esposo la mata. También para ser un ciudadano del Cielo tenemos que sacrificar nuestros cuerpos (Romanos 12:1, Gálatas 2:20). Cuando nuestros cuerpos quieren pecar, tenemos que decirles: NO; y eso incluye decir NO a la murmuración, al chisme, al rencor, etc.

Para no entrar en detalle, pero en forma general, según el gobierno de EEUU, para uno llegar a ser ciudadano de Estados Unidos, tiene que nacer en tierra de EEUU; o que un familiar de EEUU lo pida; o que un negocio de EEUU lo pida; o que haya una Reforma Migratoria (la cual están esperando muchos). En todo esto, hay mucho papeleo envuelto; que si no se respeta el proceso tal como está ordenado, se le negará la ciudadanía. No hay mordidas; no hay sentimientos de por medio; no hay camino corto…hay que respetar el orden ya estipulado.

Aunque no lo crea, Dios ha diseñado una forma específica de cómo obtener la ciudadanía Celestial; y de igual forma que la ciudadanía terrenal, no hay mordidas ni sentimientos de por medio; no hay camino corto. No hay preferencia (por ejemplo, que tenga padres cristianos; o porque siempre va al culto; se porta bien, hace actos de servicio a la comunidad, ayude a los más necesitados, etc. Para la ciudadanía espiritual, hay un plan de Salvación a seguir: Juan 3:16; Lucas 13:3; Romanos 10:9-10, Marcos 16:15-16. Estos versículos y otros nos hablan de ese plan. Es el Plan Divino de Dios; la forma de doctrina de la cual la persona es libertada del pecado (Romanos 6:17-18).

Cuando EEUU da la ciudadanía, al individuo lo ponen en la mira. El Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security), el FBI, la CIA lo investigan. Obtienen datos policiacos, etc. Obtienen una copia de las huellas digitales de las personas que están por hacerse ciudadanos; para que cuando ocurra, puedan ficharlos e investigar si su comportamiento es el adecuado o reprobable ante las leyes de los EEUU. Se le ordena que siga las leyes terrenales. Que no tenga contacto con ningún país que esté en conflictos serios con EEUU; y que no se entremeta con terroristas. También se le ordena a tomar las armas a favor de EEUU, si es necesario; con la única excepción para los cristianos que comprueban que no pueden tomar armas por razones religiosas.

A la misma vez, cuando somos ciudadanos del Cielo, Dios tiene cuidado de nosotros (Salmos 34:15). Cómo nos protege en todo nuestro caminar; también mira nuestro caminar y sabe lo bueno y malo que hacemos (Hebreos 4:13). Una vez dada la ciudadanía Celestial, debemos cumplir con los deberes cristianos (Colosenses 3:17). En sí, debemos cumplir con toda la Ley de Cristo. Debemos vivir rectamente, tratando de ser agradables a Dios en todo. Así como Estados Unidos prohíbe que sus ciudadanos se entremetan con los terroristas, comunistas, etc.; ya que son enemigos de él, también nuestro Dios nos prohíbe tener cualquier tipo de alianza con aquellos que son enemigos de la cruz (Filipenses 3:18-20, 1 Corintios 5:11, 2 Juan 8-11).

Colosenses 3:23 nos da una pauta a seguir. Debemos cumplir con algún ministerio que el Señor nos haya otorgado: En la casa, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia, en la comunidad; y debemos reconocer que Dios espera que trabajemos y pongamos nuestros talentos al servicio de Él; y seamos ciudadanos responsables ante Dios (Mateo 25:14-30).

Para aquellos que buscan la ciudadanía de EEUU, anhelan los beneficios derivados de ella. Qué felicidad y emoción el lograr obtener esa ciudadanía. Hay muchos beneficios para esas personas. Estados Unidos estará de su parte; y todo el apoyo es para esas personas. Todas las ayudas gubernamentales son accesibles. Por ejemplo: Si la persona quiere aplicar para bonos de comida y no es ciudadano, se le niega su aplicación al menos que tenga a un familiar que sea ciudadano.

A la persona ciudadana, se le otorga un seguro social propio donde puede trabajar sin miedo a que lo atrapen los oficiales de migración; y esa persona hasta puede jubilarse a los 65 años. Y también, hay más trabajos disponibles. También, Estados Unidos protege a sus ciudadanos de carácter internacional, al proveerle seguridad una vez entrados en sus embajadas y consulados americanos.

El 30 de enero del 2012, hubo una grave manifestación en El Cairo, Egipto; al grado que la vida de varios americanos estaba en juego. Se reportó en: http://www.huffingtonpost.com/2012/01/30/egypt-americans-embassy_n_1242144.html que varios americanos corrieron a la Embajada de EEUU para protección y refugio. Allí estuvieron hasta que el incidente de esa región terminara. Que beneficio es ser ciudadano americano, especialmente en esos momentos.

Cuando somos ciudadanos del Cielo, venimos a formar parte de una nación Espiritual donde mora el Rey de Reyes y ¡Señor de Señores! (Jesucristo). Su ayuda es nuestra fortaleza; y es un poderoso gigante (Jeremías 20:11). Como ciudadanos del Cielo, Dios nos brinda esas cascadas espirituales para que nos empapemos de Él y de su ayuda y socorro.

A diferencia de la ciudadanía terrenal, donde hay muchas quejas con el país porque a veces no ayuda correctamente, Dios nunca se equivocará en su ayuda; porque Él es perfecto. Él sabrá exactamente cómo ayudarnos y qué darnos, como también sabrá qué NO darnos. A la misma vez, Dios nos protege en todo lugar.

Hay millones de ángeles ministrando ante la presencia de Dios para nuestro bien (Hebreos 1:13-14). Como dice el corito: “Dios donde quiera está; lo buscas en el cielo, lo buscas en la mar, lo buscas en la tierra y ahí lo encontrarás”. Esa promesa de Hebreos 1:13-14 es exclusiva.

Vivimos en un mundo quejón. Siempre quejándose de cómo le está yendo. Que si el esposo fuera distinto; que no hay suficiente trabajo; que por qué a mí me pasan las cosas malas, etc. etc. y la pregunta es, ¿Estás listo para ser ciudadano del Cielo y tener una intimidad con Dios en tu vida? Si Ud. se acercas a Él, entonces Él se acercará a usted; y cuando se acerque, aunque el enemigo viniere contra usted con mil fuerzas, Dios estará listo para derrotarlo con doble y triple la fuerza del enemigo; y lo destruirá. Con Dios somos más que vencedores (Romanos 8:37) y (1 Juan 4:4)

En conclusión, anímese a ser un Ciudadano del Cielo. Aquí en la tierra, puede ser que EEUU es una de las naciones más ponderosas. Pero recuerde que eso no es por mucho tiempo. Vendrá un día cuando Cristo vendrá y destruirá reinos, imperios; la misma Casa Blanca; y así desvanecerá inmediatamente la importancia de ser ciudadano de este país (2 Timoteo 4:1). Por eso le decía al principio, que la ciudadanía Espiritual es mucho mejor que la terrenal; y que, si llegamos a obtenerla, grandes e incomparables promesas nos esperan.

De hecho, no tener la ciudadanía del Cielo es espiritual y eternamente fatal. Porque todo aquel que llega a cohabitar espiritualmente con Cristo, es necesario que también sea ciudadano del Cielo; y el que no llega a cohabitar con Cristo irremediablemente pertenecerá al reino de las tinieblas. Pablo lo dejó bien claro, que nuestra ciudadanía está en los cielos.

Hay madres de México que intentan cruzar; y hacen hasta lo imposible para que algún hijo que lleva en el vientre nazca en tierra de EEUU. Algunas lo logran; muchas, casi llegan; pero en ese caso, casi = nada. Porque casi llegar a EEUU realmente es como si nunca llegaron. Así también la persona que casi está salva (ciudadana del Cielo) es como si nunca lo hubiera estado: ellos iban siempre al culto; Se portaban bien con todos. Siempre estaban dispuestos a ayudar; pero NUNCA obedecieron la forma doctrinal de Jesús.

Cristo quiere que nos hagamos ciudadanos del Cielo; que nos hagamos cristianos de verdad; y que NO sigamos el ejemplo de Agripa, cuando dijo: “Por poco me persuades a ser cristiano” (Hechos 26:28). El joven rico de Marcos 10:22 se fue triste. Dice la Biblia que solamente UNA cosa le faltaba. Casi se salva…pero casi es = a no tenerlo.

En el Reino de Dios y Cristo, solo se admitirán ciudadanos. Allá no habrá ningún residente y mucho menos habrá ningún indocumentado (Mateo 22:13). Por eso a cada uno de nosotros le urge ser un ciudadano del Cielo.

Dios le bendiga

miércoles, 27 de julio de 2016

PODEMOS APRENDER DE ENOC (Segunda Parte)


PODEMOS APRENDER DE ENOC (Segunda Parte)

Todos sabemos que después que Adán y Eva perdieron su gracia, ellos fueron expulsados del Edén. Pues Dios los separó del alcance al Árbol de La Vida. Sin embargo, a pesar de que Adán y Eva pecaron, y que eso dio motivo para que toda la humanidad llegara a estar separada del camino a la vida eterna, ¡Dios todavía otorgó Sus bendiciones y gracia hacia aquellos pocos que verdaderamente lo buscaban y lo amaban! Entre esos pocos estaban Abel, Enoc, y Noe; quienes fueron bendecidos por Dios y lo aceptaron, obteniendo Su GRACIA.

Las Escrituras registran que Abel era justo ante los ojos de Dios (Génesis 4:4, Hebreos 11:4). Enoc, como vimos en otro tratado, caminaba con Dios y agradaba a Dios (Génesis 5:22, 24; Hebreos 11:5). El Nuevo Testamento confirma que estos dos hombres justos (Abel y Enoc) estarían disfrutando de vidas eternas, juntos con Noé y los otros hombres y mujeres justos del Antiguo Testamento, de los cuales sus obras justas son mencionadas en Hebreos 11.

Enoc caminó con Dios por trescientos años antes de su traslado al Paraíso. ÉL educó su mente y corazón para sentir siempre que estaba en la presencia de Dios; y cuando se encontraba con dudas, sus oraciones ascendían para que Dios lo guardase. Uno puede deducir que Enoc rehusó hacer cualquier cosa que ofendiese a Dios. Continuamente mantuvo al Señor delante de él. Su oración debió haber estado orientada a decir: “Mi Creador, enséñame tu camino para que no pueda yo errar. ¿Que es lo que tu deseas de mi? ¿Que haré para honrarte?”

Así se mantuvo constantemente eligiendo su camino y su curso de acción en armonía con los mandamientos de Dios; y tenía perfecta seguridad y confianza de que su Padre celestial le ayudaría. Enoc no tenía un pensamiento ni una voluntad propia, sino que siempre estaba sumergido en la voluntad de Dios. El fue un representante de aquellos que estarán en la tierra cuando Cristo regrese; y que serán trasladados al Cielo sin ver la muerte. (1 Tesalonicenses 4:16,17). Podemos decir que Enoc vivió una vida de santidad hasta lo máximo; y que él cumplió con aquel lema que dice que el fin principal del hombre y la mujer es glorificar a Dios y gozarse de él para siempre.

¡Qué pasaje tan bendito es el de Génesis 5:24! Enoc caminaba con Dios. Ellos recorrían los caminos juntos. Esto es una bella imagen de lo que es la vida en devoción. Siempre que se piensa en este pasaje, se puede uno imaginar la gran escena: Enoc comenzando el día; entrando en la presencia del Señor; y el Señor yendo a visitar a Enoc; y así cada día, hasta que parece que el Señor mismo lamentaba no tener continuamente a Enoc a su lado; y Enoc también pensaba lo mismo de Dios. De modo que un día, caminando juntos, el Señor le dice a Enoc: «Oye Enoc, basta ya de tanto arriba y abajo, hoy mismo te vienes conmigo y se acabó. Caminaremos juntos eternamente, pero más cerca de mi» ¡Y se lo llevó Dios...! ¡Que hermoso!

Esto sucedió porque Enoc era un hombre que «vivía» con y para Dios, tal como leemos en Hebreos 11:5, donde dice: «tuvo testimonio de haber agradado a Dios» Entonces, conocer a Dios es proceder como Enoc, o sea, andar con el Creador; relacionarse con Él y vivir con Él.

Enoc era un hombre muy ocupado. Él predicó la justicia en un mundo plagado de maldad. Pero por lo que a Enoc se le recuerda en la Biblia es que él “caminó con Dios”. Fue su relación con Dios y su caminar con el Creador lo que hizo grande a Enoc delante de Dios. Caminar con Dios es tener comunión con Él; y conocer que Su Palabra es imprescindible, pues nos permite conocerlo para tener más intimidad con Él; porque debemos conocer Su voluntad para agradarle.

Es que cuando se camina con Dios; cuando se le teme con reverencia, aunque ruja la tormenta; aunque parezca que no se ve el final del túnel del tiempo; o la luz del final de la vida, todo resulta más que perfecto. ¿Y sabe usted por qué? Porque la bendita comunión con Dios nos es suficiente para estar confiados en Su Soberanía. En nuestro caminar con Dios, hallaremos el consuelo, la enseñanza, la sabiduría, la reprensión y el amor que nos son necesarias para vivir victoriosamente; y nos ayudarán a madurar para la otra vida del futuro.

Todo esto se cumple según el grado de amor que tengamos hacia Cristo; según el deseo que tengamos de conocer más íntimamente al Señor; según nuestro celo y diligencia por hacer crecer la amistad con el Señor; según hayamos derramado nuestra alma y corazón en absoluta confianza en él. Según todo esto, así también será nuestra comunión con Dios en su Reino; pero, por medio de Cristo, nuestro abogado.

No olvidemos que hay diferentes grados de gloria y recompensa. ¡Cómo lamentaremos el habernos dejado “despistar” por los quehaceres! (como le estaba sucediendo a Marta, Lucas 10:41). No importa cuán legítimos sean los quehaceres, deberíamos actuar como Enoc. Para eso debemos practicar la vieja vida de devoción de los antiguos hijos de Dios (Proverbios 22:28; 23:10).

Es algo asombroso el pensar que a diario Enoc tenia una devoción con Dios. Sería algo así como estar siempre dando un paseo con el Señor; hablando con él y orando. También, debemos estar esperando que Jesús algún día a cada uno diga: “Sabes, yo siempre vengo a tu casa, hoy quiero que vengas a mi casa”; y simplemente nos vamos con Jesús; y quizás hoy sea el día, o mañana sea el día, ¡Quien sabe! Sin embargo, muchas veces preferimos estar en este mundo, porque no sabemos lo que nos estamos perdiendo en la otra vida. Si nosotros como hijos de Dios, entendemos estas cosas, entonces concentremos todas nuestras metas de la vida, a una meta especial: ¡La Meta de vivir completamente para el Señor Jesús, hasta que Él venga o nos lleve!

Este primer hombre que fue arrebatado, Enoc, nos demostró con su vivir que esto es posible. Ya hemos visto en Hebreos 11:5 que: Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte y no fue hallado, porque Dios le había trasladado. Le buscaron la gente por días, ¡Pero no le hallaron! Enoc caminó sencillamente con Dios usando una fe genuina. ¿No es un ejemplo para nosotros? Enoc “desapareció”; y si no fue hallado fue porque lo buscaron. Quizás antes algunas personas se habían burlado de él debido a su religiosidad; pero cuando de repente no se encontraba más, lo buscaron durante días o hasta semanas — pero no pudieron encontrarlo.

Entonces lo que le sucedió a Enoc es un prototipo de lo que nos va a pasar a nosotros. Antes de su arrebatamiento, Enoc tenía lo que usted y yo hoy en día necesitamos: Enoc recibió la confirmación del Espíritu de Dios «de haber agradado a Dios». Si usted y yo, querido hermano, ahora nos ponemos en silencio ante Dios y nos examinamos, ¿Tenemos el testimonio del Espíritu Santo de que somos hijos de Dios? (después de adultos, no todos somos hijos de Dios) Si NO tenemos ese testimonio, entonces no estamos listos para el arrebatamiento.

Al caminar Enoc con Dios, esto no era algo penoso para él, sino que parece haber sido muy natural; andar sencillamente y con fe genuina al mismo paso que Dios. Caminar con Dios es permanecer en una vida divina; significa en primer lugar que la persona permanece siendo muy natural; que no simula piedad; significa querer ser naturalmente como Jesús. Acerca de Job la Biblia dice: «Y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job 1:1). ¿No hemos de esperar que Enoc fuera así también?

Caminar con Dios significa también que uno sigue en pos del Señor en obediencia; y que uno hace lo que Él pida que se haga. En 2 Pedro 2:15 leemos: «Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad» Nosotros debemos evitar ser como éstos. Salmos 101:2-3 dice: «Entenderé el camino de la perfección cuando vengas a mi. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa. No pondré delante de mis ojos cosa injusta...» Esto debemos buscar y hacer.

Caminar con Dios significa, además, que ya no se busca salidas para esquivar la voluntad del Señor; ni miramos con anhelo hacia atrás. Recordemos que Jesús dijo: «Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios» (Lucas 9:62); y también dijo: «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» (Lucas 14:33). Algunos dicen al Señor: “Si, quiero hacer Tu voluntad”. Pero en la práctica, su vida muchas veces es completamente diferente. Enoc fue un hombre que hacía la voluntad de Dios. Ya vimos en Hebreos 11:5, que «Por la fe Enoc fue trasladado» «Fe» significa: entrar, tomar, agarrar firmemente las cosas de Dios. Solamente así alcanzaremos la meta deseada. Y así es también con la salvación y el perdón en Cristo.

La Iglesia necesita hoy hombres y mujeres que, como Enoc, caminen con Dios; y que revelen a Cristo a todo el mundo. Los mensajeros celestiales están esperando para comunicarse con los que han anulado el yo; cuyas vidas son un cumplimiento de las palabras: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a si mismo por mí» (Gálatas 2:20). De tales hombres y mujeres necesita la Iglesia para que su luz alumbre al mundo, con rayos claros y nítidos.

Es el propósito de Dios que todos seamos probados para ver si somos leales. Por eso Dios le permite a Satanás manifestarse como mentiroso, acusador y homicida. De esa manera el triunfo final de su pueblo será más señalado y más glorioso.

Podemos decir que Enoc fue una joya entre los de su genealogía. ¡Enoc el hombre que NO murió! Enoc fue llevado en el vigor de su vida, pues comparado con los de su tiempo, Enoc era relativamente joven. Fíjense, de la familia de Enoc sabemos: Que su padre Jared vivió 965 años (Génesis 5:15); Su abuelo Mahalaleel vivió 895 años; Su hijo Matusalén vivió 969 años (la persona que más años ha vivido); Enoc solo vivió 365 años.

La familia de Enoc le ha de haber extrañado, cuando ya no le volvieron a ver, porque Enoc era un hombre justo en sus caminos. De la vida y desaparición de Enoc nosotros podemos aprender (y hemos estado aprendiendo) muchas cosas, y una de ellas es que antes de que Dios nos lleve con él:

1. HAY QUE TENER BUENA REPUTACION: No se llega a ningún lugar, al menos que agrademos a Dios. Claramente la Biblia en nuestro pasaje leído, nos dice que Enoc Caminó con Dios. Enoc:

2) Había agradado a Dios (Hebreos 11:5);
3) Enoc era un hombre de FE; (Hebreos 11:6).
4) Su vida demostraba su fe.

No importa donde estemos viviendo ni con quién estemos viviendo, podemos, si queremos, llegar a caminar con Dios como lo hizo Enoc. Observemos:

1) Gálatas 5:16 nos dice: «Andad en el Espíritu» (como Enoc);

2) Gálatas 5:25 nos habla de que «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu»;

3) Efesios 4:1 nos dice que todos debemos andar como es digno.

Enoc daba testimonio de amar a Dios y andar con él. Todos los vecinos de Enoc sabían que él era un hombre de Dios, ya que, en su vida, reflejaba los atributos del Creador. En cuanto a nosotros, todos queremos ser un día llevados por Dios (no por el diablo). Pero antes de querer eso, necesitamos tener buen testimonio de agradar a Dios. ¿Y cómo se alcanza este buen testimonio? Hebreos 11:5 nos dice que HAY QUE AGRADAR A DIOS. Hay que tratar de quedar bien con Dios; al fin y al cabo, de él es que vendrá la salvación (Apocalipsis 22:12); y nuestro socorro también (Salmos 121:1,2).

¿Sería tan bueno Enoc que, a tan temprana edad de su vida, Dios se lo llevó para que no experimentara la muerte? ¿Que dijo Dios de su hijo Enoc? ¡Que no valía la pena que ese diamante estuviera en la tierra! Pero todos vamos a estar de acuerdo que este es el tipo de hombre (y mujer) que se necesita en el mundo para que haga ver a los hombres el pecado en que viven (Jonás 1:1, 2).

Enoc vivía en un tiempo de dificultades. Digamos que Enoc vivía exactamente como en nuestros días de este año 2016; en esos días de Enoc el pecado se daba a gran proporción (como hoy); donde unos años después de desaparecer Enoc, Dios juzgó al mundo mandando un diluvio (Génesis 6:3, 5, 7).

Hay momentos, mi gente, en que es el mundo mismo el que clama por “JUICIO DIVINO” (Malaquías 2:17). Son los habitantes del mundo los que piden castigo a Dios, y los hijos de Dios no pueden librar a nadie (Ezequiel 14:14). En ese caso, lo que Dios hace es sacar a Sus hijos de en medio y castigar a los pecadores (Ezequiel 14:19-21).

Usted y yo nos damos cuenta si estamos caminando como Enoc; o si estamos teniendo testimonio de agradar a Dios. Enoc sabía que él no era ciudadano de este mundo, por eso vivía como si en cualquier momento Dios se lo fuera a llevar. Pablo nos dice a los cristianos, en Filipenses 3:20,21 y Colosenses 3:1-3, nos dice que busquemos lo que Enoc estaba buscando; y que, como Enoc, debemos de aguardar esta preciosa esperanza para cuando Cristo venga (Tito 2:11-15).

Por fe Enoc agradó a Dios y fue trasladado de esta vida hasta el más allá, sin experimentar la muerte. Así pasará con todos los cristianos verdaderos que estén vivos en la segunda venida de Cristo. (1 Corintios 15:51-52). Nosotros los cristianos, aunque muertos, por la fe en Jesucristo triunfaremos sobre la muerte (Juan 11:25). Pero para tener este tipo de fe, es necesario conocer y tener una experiencia con Jesús.

Es necesario también experimentar cotidianamente el proceso de transformación de nuestro carácter a semejanza al carácter de Cristo. Eso nos dará confianza en Jesús. Tendremos fe en Él, porque nos dará el placer de sentirle a nuestro lado, aunque no lo podamos ver. Él estará con nosotros todos los días, aun en las mayores dificultades; y esa compañía hará que confiemos en Él.

Es importante saber que la fe no es un don místico que viene del Cielo para quien la desee. La fe proviene de una amistad con Cristo. Nace al conocerlo, y crece con la convivencia con Jesús. Así como sucedió con los discípulos; y aunque no tenemos a Cristo cara a cara, tenemos al Espíritu Santo. Fue eso lo que sucedió con Enoc: él caminó con Dios. Por tanto, seamos personas de oración. Seamos personas de su Palabra. Seamos personas que camine con Jesús como lo hizo Enoc. Seamos personas conforme al propio corazón de Dios, como fue David; y así Jesús vivirá en nuestros corazones.

Ya para terminar, en el Paraíso (Lugar celestial donde están los salvados por Cristo de las garras de Satanás) hay algunos seres que llegaron de una manera especial: 1) Están Enoc y Elías que fueron trasladados sin nunca morir; 2) Está Moisés, que fue resucitado por Dios o Cristo, según creen algunos; 3) Están los 24 ancianos de Apocalipsis 4, de los cuales se cree, fueron llevados al Paraíso en ocasión de la ascensión de Cristo (Efesios 4:8). La realidad es que tal como Enoc fue traspuesto antes del diluvio, asimismo la Iglesia será arrebatada para encontrar al Señor Jesús en el aire, antes de que los juicios del Apocalipsis acontezcan (1 Tesalonicenses 4:15-18).

Dios les bendiga