LOS DISTINTOS AMORES
AMOR PERSONAL: El
amor hacia sí mismo es, según Aristóteles, requisito indispensable para poder
amar a otra persona; aunque no debe confundirse con el egoísmo. Dios ama a las
personas, compadeciéndose de ellas y nosotros deberíamos hacer lo mismo. En la
actualidad, el amor verdadero hacia Dios está caracterizado por el respeto y la
adoración; con la disposición de ayudar a los demás; y esto último es lo que
llamamos “amor al prójimo”. Amar implica tanto el deseo como el
hecho de ser amado. Es posible tener un amor que no sea correspondido.
EL AMOR
FRATERNAL: El amor fraternal es el amor primordialmente entre hermanos de padre
y madre; o hermanos ya sea de mamá o de papá. Pero el amor fraternal se puede
extender más allá de los que son hermanos de sangre; hasta el punto que puede sentirse
hacia todos los seres humanos, principalmente cuando se está en busca de una
experiencia de unión con todos los hombres; de solidaridad humana basándose en
la experiencia de que todos somos iguales. En este sentido, alguien dijo que “Este
amor se siente después de haber experimentado un intenso amor personal pero que
no puede extenderse a toda la humanidad”. En efecto, nosotros podemos ser
amables con todo el mundo, pero tenemos la tendencia de amar solo a unos pocos;
porque se nos hace difícil sentir amor por todos los desconocidos. Es posible que,
si esto se está constantemente practicando, después de muchas prácticas se
pueda lograr. Sin embargo, es importante saber que no debemos solamente amar a
las personas que nos aman, ya que Dios siempre ama a todos, lo cual se puede
ver a diario, en las mañanas, cuando Dios hace salir el sol sobre buenos y
malos; y sobre justos y pecadores.
AMOR MATERNO:
Acerca del amor materno, alguien dijo: “Este amor es considerado una de las
formas más elevada de amor; y es el más sagrado de todos los vínculos
emocionales”. La esencia misma de este amor es cuidar de que el niño
crezca, y esto significa desear que el niño esté siempre bajo protección hasta
que se separe de la madre. El amor maternal y puro es un amor que no desea nada
para sí; es quizá la forma de amor más difícil de lograr, ya que por lo general
es innato.
AMOR ERÓTICO: Es
el amor de las parejas (novios, esposos, amantes, etc.). El amor erótico es un
anhelo de fusión completa; de unión con una única otra persona. Por su propia
naturaleza, el amor erótico es exclusivo
y no universal; es también quizá, la forma de amor más engañosa que existe, y
es un amor egoísta. Este amor es mal interpretado en la primera experiencia de
enamorarse y su carácter engañoso está alimentado por el deseo sexual, el cual
contribuye al mantenimiento de ilusiones vanas y engañosas. Muchos jóvenes modernos
se dejan conducir del amor erótico y terminan en fracaso, porque es un amor
engañoso.
AMOR A SÍ MISMO:
Si un individuo es capaz de amar pro-activamente, también se ama a sí mismo. Si
sólo ama a los demás, una persona no puede amar en absoluto. El egoísmo es
usado como sinónimo de amor a sí mismo. La alternativa consiste en amar a los
demás, lo cual es una virtud; o en amarse a uno mismo, lo cual es un vicio. La
persona egoísta está únicamente interesada en sí misma; desea todo para ella;
no siente placer en dar, sino solo en tomar. Para la persona egoísta, el mundo
exterior es contemplado únicamente desde el punto de vista de lo que puede
extraer de él; carece de interés por las necesidades de los otros; y también
carece de respeto por la dignidad e integridad. No puede ver más allá de sí
misma; juzga a toda persona y cosa desde el punto de vista de la utilidad para
ella. La persona egoísta es básicamente incapaz de amar.
EL AMOR DE DIOS:
La palabra «ágape» es una palabra de origen griego que expresa el amor
que proviene de Dios. Este es el amor del cual nos habla la Biblia en Juan
3:16. El amor de Dios es un amor que connota sacrificio; y es un amor
totalmente desinteresado. En 1 Corintios 13:13 la Biblia dice: “Ahora
permanecen la fe, la esperanza, y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos
es el amor”. El amor de Dios se manifiesta sobre nosotros, aún sin
merecerlo. No había ninguna razón merecedora de parte de Adán y Eva cuando Dios
los creó. Este fue un acto puramente derivado del amor de Dios. Efesios
2:4,5 dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos
amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos)”. Nuestra relación con Dios y las demás
personas debe estar basada en la fe (Hebreos 11:6) y en el amor (Juan 13:34).
Pero como dijimos arriba, el amor es mayor que la fe.
Algo muy
significativo en el amor es que “el amor nunca dejará de ser” (1
Corintios 13:8). Cuando venga lo que es perfecto (o sea, Cristo y su Reino), no
tendremos más necesidad de tener fe, “Pues la fe es la convicción de lo que no se
ve” (Hebreos 11:1). También, cuando Cristo regrese de nuevo (la Biblia
enseña que Jesucristo regresará otra vez), ya no habrá más necesidad de
esperanza; pues la esperanza bienaventurada es la venida de Cristo (Tito 2:13);
y una vez que Cristo haya regresado por segunda vez, ¿para qué esperarla? Vemos
entonces, que llegará un día cuando se acabarán la fe (bíblica) y la esperanza.
Sin embargo, el amor nunca se acabará ni dejará de ser. ¿Por qué no? La Biblia
nos enseña que el amor nunca pasará ni cesará, porque “Dios es amor” (1 Juan
4:8,16). Entonces, para que el amor deje de ser, Dios mismo tendría que dejar
de ser y eso es imposible; pues Dios es eterno. Dios, nuestro Señor y Creador,
es el principio y el fin (Isaías 41:4; Apocalipsis 1:8). Dios siempre ha sido y
siempre será: ¡Pues él es eterno!
Así también, el amor es eterno.
AMOR A DIOS: El
amor a Dios es la actitud religiosa y constante en tener fe al Creador. Las
buenas obras no hacen que Dios nos ame más o nos ame menos. ¿Cómo se manifiesta
nuestro amor hacia Dios? La Biblia enseña que nuestro amor hacia Dios no es
simple casualidad; es producto del amor que Dios ha tenido por nosotros (1 Juan
4:19). El amor que nosotros tenemos hacia Dios, aun cuando este amor ha sido
don de Dios para nosotros, nos pone en la posición de poder amar a nuestro
prójimo (Marcos 12:30-31). Cada vez que uno está amando, está participando de
la divinidad y de la gracia. Ser transformado en el amor, eso es amor a Dios.
Aunque para el
mundo, nosotros debemos ser dueños de nuestra propia persona y propiedades; más
que todo debemos tomar muy en cuanto que no somos dueños de nosotros mismos y
de lo que poseemos. En este mundo, frente a los demás, sí que somos dueños,
pero en esencia no somos dueños de nosotros mismos y de nuestras propiedades.
El dueño único sólo es Dios. Nosotros solo somos responsables de lo que Dios
nos ha dado para administrar.
Nosotros
deberíamos pensar un poco en todo esto que se ha escrito, para no caer en el
desamor y en el egoísmo, los cuales no son nada buenos. Otra de las
desviaciones que hay en el amor es el hedonismo. Esta doctrina tiene
como principales representantes a Epicuro y a Lucrecio. En el hedonismo, el
placer (hedoné, en griego) es el valor supremo, al cual se subordina todos los
demás. La regla de esta conducta práctica es: “procurar al máximo el placer
con el mínimo de dolor”. En cambio,
Jesucristo y otros grandes personajes de la Biblia han enseñado, diciendo: “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”.
CONCLUSIONES:
El valor del amor es muy bonito. Pero vemos que día a día se ha estado
perdiendo poco a poco ese valor. Al mismo tiempo, vemos que el egoísmo cada vez
más es lo que está quedando en el corazón de las personas en la actualidad.
Nosotros, las personas, somos las que podemos hacer sentir lo mágico del amor;
ya que el ser humano es un sujeto, y no un objeto como muchas veces se le
considera en una relación sexual. El amor más bonito que encontramos es el amor
de Dios; y en verdad, en torno a este es que gira el mundo, porque Dios es el
que nos enseña a amar y la manera en que verdaderamente deberíamos amar. Como
vimos, los principios que rigen el amor han sido distorsionados por los seres humanos,
y en especial en la actualidad por los jóvenes que creen que el amor es sólo
sexo o el desear a la otra persona. En la actualidad, el amor a Dios es el que
más se nos ha olvidado; y, por consiguiente, el amor a nuestros semejantes;
porque no tratamos de hacer nada por las personas que nos rodean, sino que
somos indiferentes de lo que les está pasando.
Espero que este escrito
acerca de “el amor” le sea de provecho.
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